La indiferencia es dolor, es marginación,
es una actitud vana que nos ha llevado a la destrucción,
es el modo de vida, donde se menciona que no se pasa nada,
la viva tristeza reflejada en la agonía.
La indiferencia es el control y la sumisión,
reflejo activo de egoísmo y desesperanza,
fuente de penurias, asombro y distancia,
es la irresponsabilidad de la humanidad.
La indiferencia está latente, es traición,
semilla abominable de la dominación,
es el flujo de emociones cerradas y pensamiento frío,
es el rojo vivo de aprovechamiento del sistema.
La indiferencia es diversa que traspasa variables,
los horizontes de lo social, lo político, lo espiritual, lo mundial,
es la que ha cometido parte mayor de las atrocidades,
ha sido la construcción de todos nuestros males.
La indiferencia la he visto desde que nací, también lo sentí,
y cuando vi que alguien pretendió derrumbar ese muro de suciedad,
fue quebrantado, humillado, rechazado, detestado, desaparecido,
fue motivo de burla para el próximo ingenuo.
La indiferencia resultó ser opio y apatía,
resultó la cascara especial que embrutece a la mayoría,
ha formado cráteres de crisis por el individualismo,
ha hecho creer que nada se puede realizar por este hermoso mundo.
La indiferencia es nuestra propia rendición,
es la manera segura de llegar a nuestra flagelación,
una dependencia al sistema que nos ha ido robotizando
resultado óptimo y absoluto de desinformación y ceguera.
La indiferencia es flojera mental, espiritual y física,
es diseño de un bloque que nos ha aislado de la realidad,
es la inducción falsa de valores poco humanos,
es una toma de lo inconsciente que es la sociedad.
La indiferencia es ser parte del entorno mitómano,
es ser participes de las mentiras, de la ruindad, de la injusticia,
es suponer no ser víctimas de un silencio perpetuado,
es ser parte de este orden que nosotros mismos hemos ayudado a prolongar.
La indiferencia es útil para el orden establecido,
le funciona a quienes deciden el rumbo de nuestros destinos,
sigue callado, para ellos el silencio es el arma perfecta,
tu sigue simulando que todo va bien con ese veneno: la indiferencia.
Javier Valdivia